Lombardo relató que la atención médica fue caótica, imprecisa y deshumanizante, y que la falta de protocolo adecuado derivó en una tragedia. “Mi bebé estaba totalmente saludable, no tenía ninguna complicación”, declaró.
El caso se inició en la madrugada del 11 de mayo, cuando la esposa de Lombardo presentó contracciones fuertes y ambos acudieron a urgencias del Hospital Central del IPS. Siendo un embarazo prematuro, la familia sabía que sería necesario contar con una incubadora, pero la atención médica no contempló esa necesidad.
Según el testimonio, la doctora de guardia predijo que el bebé no se iba a salvar, y la madre fue trasladada a una sala compartida con otras mujeres en trabajo de parto, sin acceso a quirófano. “Le alumbraron con la linterna de un celular. No había pediatra. No había incubadora. No hubo ecografía previa”, afirmó Lombardo.
Durante la intervención, residentes médicos buscaron sin éxito el punto de cerclaje, pasando de mano en mano el procedimiento sin supervisión clara. La doctora finalmente ordenó romper la bolsa en un ambiente que Lombardo describió como precario e inseguro.
“Cuando mi señora preguntó por el bebé, la doctora le dijo: ‘vos tenés que preocuparte por vos nomás’”, lamentó. El bebé nació de cola y con signos de hipoxia, presumiblemente por falta de oxígeno durante el parto. A pesar de haber sido declarado “sin vida”, Lombardo aseguró haberlo visto en la incubadora cubierto de moretones, con una pierna completamente negra por el nivel de trauma recibido.
El día 12 de mayo, el bebé falleció, y la madre fue dada de alta sin revisión clínica alguna, ni ecografía. “Solo le dijeron que si tenía fiebre, que acuda a otro hospital”, denunció Lombardo.
Cinco días después, la mujer detectó dolor fétido y una masa anormal, lo que derivó en una nueva consulta en el Hospital Materno Infantil de San Lorenzo, donde el equipo médico descubrió una mecha de gasa en estado de putrefacción dentro del cuerpo de la paciente.
Tras ese hallazgo, se ordenó una ecografía que reveló restos de material quirúrgico dentro del útero, y se programó una cirugía de limpieza por vía vaginal, durante la cual se constató que el útero estaba perforado.
La paciente fue sometida a una segunda intervención de emergencia, en la que el equipo médico reparó el daño causado presuntamente por una mala práctica previa. “Esto fue la gota que colmó el vaso”, sostuvo Lombardo.
Tras el fallecimiento del bebé y las lesiones sufridas por la madre, la familia decidió presentar una denuncia formal contra el Instituto de Previsión Social, con base en los fallos médicos acumulados, la ausencia de protocolos adecuados, y el trato recibido por la madre durante y después del parto.
Lombardo pidió que se investigue con profundidad y que la responsabilidad no quede oculta bajo el silencio institucional.