Jorge Codas Thompson, analista político internacional, explicó que aunque el proceso de dimisión se extendió en el tiempo, el detonante fue claro: el gobierno de Oli impuso una fecha límite para que las redes sociales se inscribieran en un registro oficial.
Cuando 28 plataformas no cumplieron con el requisito, el Estado ordenó su clausura. Esta medida provocó una reacción inmediata y masiva, descrita como una “explosión final” que desató protestas en todo el país.
Las manifestaciones, lideradas principalmente por estudiantes, derivaron en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad. Se reportaron varias víctimas fatales entre los manifestantes y el ejército tuvo dificultades para retomar el control de las calles. Ante la presión social y el colapso institucional, Oli —quien ejercía su cuarto mandato como jefe de gobierno— presentó su renuncia.
Según lo establece la Constitución nepalí, el Consejo de Ministros continúa en funciones hasta que se designe un nuevo primer ministro. Sin embargo, ante lo que se percibe como una “toma de facto del poder por parte de los jóvenes”, según dijo el analista, se anticipa que se buscará una salida política alternativa para calmar la tensión.
Durante años, la ciudadanía —especialmente los jóvenes— expresó su malestar por el privilegio desmedido de los llamados “nepobabies”: hijos de militares y políticos que ostentaban estilos de vida lujosos, incompatibles con los ingresos familiares declarados.
Las redes sociales se convirtieron en el principal canal de denuncia, con imágenes y videos que evidenciaban estas desigualdades, remarcó Codas.